Durante la Segunda Guerra Mundial, la empresa Coca Cola tenía negocios tanto entre los aliados como en el Eje. Es decir, tanto en Estados Unidos como en la Alemania nazi. Pero en 1940 el gobierno estadounidense prohibió a las multinacionales de ese país comerciar con Alemania.
Eso significaba para Coca Cola que no podía enviar el concentrado de extractos a las fábricas de Coca Cola en Alemania, por lo que entonces no se podía hacer el conocido refresco de cola negra.
¿Qué solución encontraron los embotelladores de Coca Cola en Alemania? Pues crear un refresco que no requiriera el jarabe de Coca Cola. Lo que sí sirvió como base para el nuevo refresco hecho por las embotelladoras alemanas, fue el suero de leche que se conseguía de manera abundante.
Además, Coca Cola tuvo que cambiar los nombres de sus empresas en Alemania para hacerlas independientes de la empresa matriz en Estados Unidos y poder seguir obteniendo beneficios. Al principio Fanta fue sólo un producto para el mercado alemán que demostró ser un éxito. Cuando Coca Cola se restableció después de la Segunda Guerra Mundial, compró la marca.
Nombre gracias a un concurso
Un veterano vendedor de la compañía llamado Joe Knipp fue quien le puso el nombre al refresco. Y lo hizo después de convocar un concurso entre empleados de la compañía en Alemania, en el que se les pedía que dejaran volar su fantasía. Y fue entonces cuando a Knipp se le ocurrió que el producto podría llamarse Fanta, una apócope de Fantasía.
Si algo demuestra el caso de Fanta es que la ambición no tiene fronteras ni ideologías. Pese a todos los problemas, lograron idear la forma para mantener el negocio y saltarse las restricciones que imponen los gobiernos. Y es que el dinero siempre encuentra la forma de abrirse camino.
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