El fundador de Outreach, Manny Medina, afrontó la crisis de su empresa con optimismo e ingenio. Medina, empresario estadounidense de ascendencia cubana, sabe lo que es renacer de sus cenizas y levantar un imperio.
El pasado de este hombre de negocios y emprendedor exitoso, que cada día saluda con un choque de puño a cada uno de sus 170 empleados, no siempre fue de color de rosa. Ese pasado tuvo días muy grises, cuando su startup Outreach, estuvo a dos meses de quebrar.
La motivación de no tener nada que perder
Outreach ahora es una empresa de software que automatiza las respuestas telefónicas a sus clientes. Este resurgir es consecuencia de una nueva idea que surgió en la mente de Manny Medina y de dos de sus socios, Andrew Kinzer y Gordon Hempton. En medio de la desesperación y el nerviosismo de encontrarse en el borde del abismo financiero, estos tres emprendedores, y no tan buenos vendedores, se propusieron llevarla a cabo y trabajaron sin descanso para conseguirlo.
El flujo de trabajo que tuvieron era tan grande que se hubiese precisado de veinte personas para terminarlo, pero el objetivo merecía la pena. La creación de un sistema automático para gestionar las llamadas de clientes mientras estos esperan para ser atendidos aumenta las ventas de los productos, disminuyendo recursos y energía.
Conseguirlo o morir en el intento
Gracias a esta genialidad que aparece en una época de presión y crisis, Outreach puede presumir de ser una startup de crecimiento rápido. El pasado año 2016, Outreach, que ahora cuenta con 1200 clientes, percibió unos ingresos de 10 millones de dólares.
Ahora, Manny Medina y su empresa no se desesperan ante ningún problema y aprendieron que los sueños son posibles si se tiene la persistencia y una mentalidad de trabajo y sacrificio. La startup recibió una suma total de 60 millones de dólares, así que el crecimiento está asegurado. Y todo por no tirar la toalla hasta que suene la campana.
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