Lejos de sentirte intimidado o enseñarte a temer, con esta lista de iniciativas empresariales que parecían tenerlo todo y apuntaban alto, pero después se desplomaron hasta el fondo, te llevaremos a entender los mayores naufragios corporativos de la historia y así, como dice el proverbio, poner en remojo las propias barbas tras ver al vecino quemarse toda la cara.
A fin de cuentas, no hay que temerle tanto al fracaso como a la falta de las energías para emprender.
Los mayores fracasos empresariales
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Napster
A muchos este nombre los llenará de nostalgia, pues se trata de una empresa pionera en la transmisión de datos P2P (Peer-to-Peer) cuando la internet todavía era adolescente.
El sistema, para los más jóvenes, consistía en compartir información libremente de un pc a otro, lo cual fue un éxito rotundo entre los usuarios, pero no tanto para las compañías fílmicas y discográficas.
Éstas, al sentir amenazados sus nichos de mercado demandaron a Napster y tras prohibirle la distribución de archivos protegidos con copyright, lo forzaron a asumir la bancarrota en 2002.
La ironía del caso es que su gran éxito fue precisamente su trampa mortal, o tal vez su falta de previsión de cara al manejo que le darían sus usuarios al programa.
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Agfa-Gevaert
Una de las empresas de material fotográfico más deslumbrantes durante finales del siglo XIX y principios del XX.
De origen Belga y dedicada a la producción, distribución y comercialización de todo tipo de productos, Agfa no supo prever la rápida digitalización del mundo fotográfico y adaptarse a tiempo.
Jugaron a resistir el paso del tiempo y, obviamente, perdieron. Y reinventarse ahora, en medio de un mercado competitivo y copado por otras empresas, es todo un reto.
Moraleja de la historia: hay que saber cambiar con los tiempos, lo que funciona hoy no funcionará mañana.
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com
Este es el caso contrario de Agfa. Una de las empresas pioneras en la venta de ropa por Internet, británica de nacimiento y de ambiciosos y poco pacientes directores, invirtió casi 170 millones de dólares en producir mercancía para su venta a nivel mundial, sobreestimando el ritmo de crecimiento natural del online shopping y, sobre todo, el de su marca.
El precio a pagar es aún evidente: pérdidas de más de 150 millones de dólares desde el año 2000, un bajón financiero del que aún hace malabares por recuperarse.
¿Cuál es la moraleja entonces? Cultivar la paciencia y no pecar de impetuoso. No siempre conviene arriesgarse.
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Enron
Uno de los colosos de la industria energética norteamericana a partir de la explotación de minerales fósiles, esta empresa en 2001 tenía más de 22.000 empleados y una potente campaña publicitaria que le abría puertas a nivel internacional, siendo para muchos una compañía modelo.
Ese mismo año, como por arte de magia, Enron se declaró en la quiebra, cuando ciertos rumores sobre el uso fraudulento de su contabilidad echaron por tierra sus acciones en Wall Street, que se desplomaron de 80 a 35 dólares en pocos días.
Cuando se confirmó que las aparentes ganancias de Enron se daban a través del maquillado de sus cifras, pues hacían negocios con sus propias subsidiarias, todo acabó y desde entonces su nombre se asocia en la cultura popular a los negocios fraudulentos.
La lección a aprender es, obviamente, que una campaña mediática no hará que las cifras reales cambien, sino que postergará su solución hasta que ya sea prácticamente imposible aplicarla.
La enseñanza del contraejemplo
Leyendo estos modelos de estrepitoso fracaso empresarial, seguro habrás tragado grueso un par de veces.
Previsión, actualización, comedimiento y honestidad serán siempre la clave del éxito en el mundo corporativo y en otros mundos también.